Admito que a mi la fanaleada no me gustaba; no porque fuera
decente, más bien no me gustaba porque era miedoso. No le tenía miedo a la
obscuridad de la noche, ni a los posibles espantos de los montes. Yo le
tenía miedo a las espinadas que me daba
con los nopales, los tasajillos y los arbustos de uña de gato que se me
atravesaban en la vereda, y alguna noche llegué a toparme también con una víbora
de cascabel.
Los años pasaron y allá por 1985
dejé la fanaleada y me hice cazador diurno y de brecha. Por fin dejé de andar
caminando entre el monte buscando venados en plena madrugada. Ahora me pasaba
horas enteras sentado en la orilla de una brecha, esperando a que pasaran los
venados. Debo decir que en los años ochenta los ranchos del noreste de México
tenían pocas brechas; tenían venados, pero
por lo cerrado de los montes era difícil verlos.
En ese tiempo tampoco usábamos maíz
como atrayente. Si bien te iba, mirabas uno o dos animales en todo el día. Entonces, como no tirabas maíz en las brechas,
no se juntaban los venados a comer como lo hacen ahora. En aquellos años el
venado cruzaba la brecha caminando y no se detenía, la forma de pararlo era haciendo
el sonido de un balido… ¡Beeeeeeeeeee!
Con aquel sonido se detenía y era
como podías dispararle.
Ahora, muchos años después, me doy
cuenta que mis métodos de cacería y mis técnicas han quedado en el pasado. Pero me siento
orgulloso y afortunado de haber vivido aquellos años y de haber usado con éxito
esas técnicas. A mí me funcionaron y cacé muchos venados usándolas.
Sin embargo, no me quedé estancado. Tuve
que modernizarme y actualizar mis técnicas de cacería.
Así he tenido la suerte de conocer
los avances tecnológicos que, en materia de Cacería Deportiva, ha traído el
siglo XXI. Ahora cazo sentado en una torre y tengo frente a mí un
comedero relleno de maíz que algunas
veces llega a juntar más de 20 venadas y unos 3 o 4 machos por espiada. También
uso cámaras de movimiento, y desde octubre empiezo a ver y reconocer a
los venados que cazaremos en diciembre o enero.
Ya no busco huellas en el piso, tampoco busco rozaderos en los tallos de los
arbustos. Ahora simplemente reviso la tarjeta electrónica de mi cámara y ahí
están los venados que voy a cazar. Veo con una mezcla de alegría y tristeza el
antes y después de la Cacería ,
y me siento afortunado de haber vivido y disfrutado las dos etapas, pues sin
duda las dos maneras de cazar tienen su atractivo. Ver un hato de venados
comiendo maíz sin importarles la presencia humana, no era la conducta que esperaríamos de un
venado hace unos 20 años atrás. Admito que
la inteligencia humana aunada al Manejo Científico de la Fauna , logró modificar los
hábitos de los venados y gracias a ello ahora disfrutamos de una mayor cantidad
y calidad de fauna.
Estoy totalmente seguro que vendrán
tiempos muy favorables para la Cacería Deportiva en el noreste de México. Pero
es muy justo también recordar con nostalgia y agrado aquellas aventuras de
cacería que viví en el pasado. Fueron momentos importantes; unos exitosos,
otros frustrantes.
En algunos de ellos mi vida estuvo en
peligro.
Ver de cerca la cara de la muerte
nunca será agradable, pero enfrentarse al peligro y salir con vida, te
fortalece, te hace crecer como persona y la Cacería me ha dejado esas grandes enseñanzas.
En éste blog encontrarás éstas y otras historias de cacerías de venados. Si son
reales o
son fantasía… tú decides. ¿Cuándo
ocurrieron? Qué importa, la fecha es lo de menos.
Estas aventuras tuvieron como
escenario ranchos ubicados en el Noreste
de México, en la llamada Gran Planicie Costera Nororiental que abarca
los Estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.
En esos ranchos viví o imaginé estas
historias.
Jesús Moreno Niño
Muchas gracias por compartir con nosotros esas vivencias de caza y el monte.
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